Lo fatal por Rubén Darío

       Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
       Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos.
Y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
y no saber adónde vamos
¡ni de dónde venimos!...



Quisiera yo que la primera publicación del nuevo año no fuese tan deprimente ni de espíritu aletargado. Pero si soy verdadero no haré uso de esta herramienta para complacerme con mentiras, por piadosas que fueran. Sin embargo, aunque buscados para dar voz a la amargura, lo que con estos versos quiero proponer no es un desgaste en autocompasión, sino una advertencia justa: la vida consciente no es sencilla. Y la búsqueda de la vida sencilla es la búsqueda de la inconsciencia, de la ignorancia.

Yo me opongo a la ignorancia y con ansiedad deseo la consciencia. Aún si me cuesta la alegría, prefiero encontrar último gozo en el solo conocimiento de que no me rendí al placer de la vegetación.

Suerte.
O mejor, providencia.

R!